Octubre 2025
Con pocas variaciones entre las distintas fuentes los datos estadísticos sobre la tasa actual de absentismo laboral en España ofrecen un panorama que hay no puede calificarse sino como extraordinariamente grave.
Más de un millón y medio de personas trabajadoras no acuden diariamente a trabajar. La tasa de absentismo ha superado con holgura el 7% y la debida a bajas por incapacidad temporal supera ampliamente el 5%, con un coste para las empresas y la Seguridad Social que excede de 30.000 millones anuales, repartido prácticamente al 50% entre aquellas y ésta. Las bajas de larga duración, más de un año, se han duplicado en menos de cinco años, y el número de personas con procesos de baja por IT durante el mismo año ha crecido también de forma exponencial.
Los problemas no se resuelven buscando culpables, pero tampoco se resuelven sin hacer nada o negando la realidad como si ésta no se encargara de ratificar y empeorar el panorama. La permanencia durante mucho tiempo de tasas de absentismo como las que padecemos aumentará los costes de producción hasta hacer inviables un número importante de proyectos empresariales, especialmente en las pequeñas empresas, además de cargar sobre el conjunto de los trabajadores y de los contribuyentes, que son los mismos, un coste insoportable que tendrá efectos negativos en la atención de otros servicios públicos.
El diagnóstico es poco discutible, pero tenemos que avanzar en la búsqueda de soluciones, y aquí las opiniones comienzan a ser divergentes. Las empresas se preguntan con razón qué pueden hacer para mejorar su situación ante este grave problema, y es nuestra obligación contribuir a buscar soluciones.
Hay medidas que necesitan de la intervención de los poderes públicos, y es necesario promover un clamor social que explique la necesidad imperiosa de adoptarlas. Es notorio que el sistema sanitario no cumple con el rigor y escrutinio razonable en la emisión de altas y bajas por incapacidad temporal, y es de conocimiento absolutamente común que la baja se expide con cierta generosidad sin más requerimiento que la solicitud, sobre todo cuando se trata de dolencias o padecimientos vinculados a la salud mental, difíciles de evaluar por los servicios sanitarios sin el tiempo ni los medios suficientes. Hasta el punto de que se ha generalizado la expresión “me voy a dar de baja” como si se tratara de un acto de pura voluntad unilateral. Es también evidente, aunque se están haciendo lentamente algunos avances en los procesos traumatológicos, que la participación de las Mutuas en el control, seguimiento y emisión de altas en los procesos de incapacidad temporal por contingencias comunes permitirían acelerar la recuperación de las personas trabajadoras enfermas y acortar en muchos casos la duración de la baja.
Pero sin poder sustituir esas decisiones que corresponden a los poderes públicos y que no hay que dejar de exigir una y otra vez, también las empresas pueden actuar en el ámbito que les corresponde. Al menos en algunos aspectos que me gustaría brevemente reseñar.
El primero es, posiblemente, el de la concienciación, lo que requiere formación e información. Los primeros sufridores de una tasa de absentismo demasiado elevada son el resto de los trabajadores del centro de trabajo o la empresa, que se ven obligados a multiplicarse y a trabajar con mayor presión por la ausencia prolongada o repetida de quienes no acuden a trabajar. Es una ecuación evidente pero que nunca está de más explicar y poner de relieve en las reuniones con los equipos, que pueden hacer una labor importante como agentes de ese mensaje ante los absentistas no justificados.
El segundo aspecto es el cuidado del ambiente laboral. No parece dudoso que un clima laboral apacible, amigable y flexible reduce el absentismo laboral. Hay que lograr que los trabajadores se identifiquen con el propósito empresarial, y eso no se logra con un ambiente tóxico ni tampoco con reglas injustificadamente rígidas que no entiendan las necesidades, también las de carácter personal y familiar, de quienes prestan servicios en una organización. En tal sentido cada vez toman más fuerza los planes integrales y completos que tienen por finalidad la mejora del bienestar laboral en el seno de las empresas, visto no como un coste sino como una inversión que tendrá un impacto positivo en la productividad y competitividad.
El tercer aspecto es el buen asesoramiento jurídico. Es verdad que las reformas legislativas dé los últimos años no favorecen la actuación empresarial frente a procesos abusivos de baja por incapacidad temporal. Pero aun así hay cauces de actuación que pueden contribuir a mejorar las tasas de absentismo. Desde el control más efectivo de los procesos de ausencia con los instrumentos que siguen presentes en el artículo 20 del Estatuto de los Trabajadores hasta la revisión en profundidad, para mejorarlas, de las regulaciones convencionales o prácticas empresariales en materia de complementos de la prestación por IT.
Por eso, en la línea que hemos seguido siempre en Sagardoy de estar cerca de las necesidades de los clientes, me permito anunciar que hemos puesto en marcha este mismo mes de octubre un servicio integral de asesoramiento y acompañamiento a las empresas para mejorar su situación em materia de absentismo, a través de un acuerdo amplio con Q-Ready, empresa del Grupo Quirón Salud especializada en la mejora de la salud de las personas trabajadoras como medio para la mejora del absentismo. Es un servicio a medida para cada empresa, en función de sus particulares necesidades y situación de partida que estamos seguros tendrá buena acogida entre nuestros clientes.
Me queda solo desear a todos salud y entusiasmo para hacer frente a esta última parte del año 2025.
Martín Godino Reyes
Socio Director